Arborecer

Uno de mis pasatiempos preferidos de niña era trepar árboles. Me encantaba quedarme trepada en el árbol  todo el tiempo que pudiera. Tenía largas conversaciones con mis vecinitas, reflexionábamos sobre la vida, por lo menos lo poco que sabíamos hasta esa corta edad. La sensación de plenitud, paz y alegría que sentía, trepada en el árbol, son indescriptibles.

Una tarde caminaba por el Jardín Botánico de Rio Piedras con la intención de despejar la mente a través de la contemplación y conexión con la naturaleza. Me había llevado un bultito con agua, una libreta y un lápiz.

Mientras me adentraba al jardín comencé a saludar a los árboles que encontraba a mi paso. Es una costumbre que tengo de saludar y pedir me regalen de su energía sanadora. Mientras caminaba y contemplaba recordaba algo que había leído en un artículo que decía que los árboles son seres más evolucionados que los humanos. Estoy convencida que es así.

Los árboles son la combinación perfecta entre estabilidad, crecimiento, movimiento, flexibilidad y expansión.

Son seres benévolos, inofensivos.

Los árboles no temen a la quietud, y tampoco a la turbulencia.

Su existencia es de puro servicio, al suelo, a los microorganismos, a los animales, al ser humano, a la Vida.

Sí, soy de las que saluda y habla con los árboles. Cuando nos detenemos ante ellos a admirarlos podemos escuchar sus mensajes y sabiduría.

Me senté en un banquito del jardín y algunas preguntas que llegaban a mi mente:

¿Qué se sentirá ser un árbol?

¿Cómo se sentirá tener raíces tan profundas? …que te sepas totalmente sostenido, nutrido, estable.

¿Cómo se sentirá mirar desde tan alto? …la mejor vista de seguro.

¿Cuánta capacidad de oxigenación se podrá tener con tantas hojas respirando a la vez?

¿Qué deleite se sentirá exhibir exuberantes y fragantes floraciones?

¿Qué maravilla poder recibir tanta luz y fuerza vital a través del sol radiante?

¿Qué ricura sentir el agua de lluvia caer y correr por tantas partes, rápido, lento, suave, fuerte?

¿Qué privilegio ser el anfitrión del canto de las aves?

¿Qué deleite se sentirá la brisa acariciando cada rincón de tu existencia?

¿Si pudieras convertirte en un árbol por un día, cual te gustaría ser? Una ceiba, un flamboyán, un roble, un guayacán, un pino?

¿O uno de esos que llaman arboles campeones? Campeones porque son los más grandes y antiguos de su especie.

Una de mis fantasías de la niñez era tener una casa en un árbol, es algo que no se me ha dado aún y que no descarto.

Y por supuesto una de mis poses favoritas en yoga, la postura del árbol, ‘Vrikasana’. Esta postura nos enseña sobre equilibrio, de crear conexión con la Tierra, de conectar con la paciencia, la perseverancia, la humildad y el buen humor.

Y bueno ya que necesito seguir nutriendo mi niña interna, que mejor diversión que trepando un árbol con mi adulta exploradora. Solo que esta vez con la seguridad de cuerdas, nudos, casco y la guía experta de Carlos de Arbonautas (https://www.facebook.com/treeclimbingcaribbean/).

 (foto por Arbonautas)

Justo en esos mismos días de mi paseo leí un ‘post’ en Facebook con una reflexión maravillosa que a mi entender daba la definición perfecta del proceso interno de transformación.

Arborecer. Quede fascinada con esta palabra.

Crecer y desarrollarse hasta llegar a ser árbol.

Hacerse árbol.

Sinónimos: crecer, desarrollarse

Habla de un proceso de transformación o manifestarse de cambio de un estado a otro.

Con el recién paso de los huracanes Irma y María experimentamos la desolación de ver los árboles devastados. Los que cumplieron su misión se salieron de raíz, otros solo dejaron ir algunas ramas, quizás las más débiles y vulnerables, otros sobrevivieron estoicos sin aparente daño. Cuando miro a los robustos sobrevivientes les doy las gracias por su fortaleza, por sobrevivir el embate, por ser ejemplo de flexibilidad y resistencia. Los árboles se desnudaron para dejarnos ver lo que estaba escondido. Un nuevo paisaje se abrió ante nuestros ojos.

En menos de un mes luego del paso de María ya somos testigos de un renacer en toda la naturaleza, recordándonos que hay esperanza. No es casualidad que la esperanza se asocie con el color verde.

Desde este lugar de transformación y esperanza les adelanto que el título de mi libro en germinación es Arborecer. Me pareció que describe perfectamente lo que quiero expresar en sus líneas, la historia de un despertar.

Te invito que la próxima vez que vayas de paseo a la naturaleza te lleves una libreta y lápiz, a ver qué mensaje tiene para ti, déjate sorprender.

Solo estamos cambiando de un estado a otro, algo nuevo está en proceso de manifestarse, lo resistes o le abres camino.

Así como una semilla germina a planta, crece, se transforma y se convierte en árbol.
Continúa enraizando hacia el suelo y creciendo hacia el cielo, hacia la luz… hazlo tú también…Arborece!

Yesenia

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Yesenia Rodriguez